miércoles, 17 de septiembre de 2008

la llave del destino 03: Carlos

Era el mes de julio y el sol resplandecía en las calles. Tenía que comprar varias cosas en el centro comercial, pero no tenía coche aún, puesto que tenía diecisiete años recién cumplidos. Con la bicicleta no podría cargar todos los artículos que debía comprar, pero su amigo Carlos se había ofrecido amablemente a acompañarle. Carlos tenía un año más que él. Era un chico alegre, alto, moreno y con esos ojos verdes que a las chicas tanto les gustaba. Eran amigos desde los diez años, y aun podía recordar el día en que se conocieron.
Años atrás, sus abuelos tenían un restaurante y, encima de él, un piso. Adrián iba a comer a la fonda de sus abuelos a menudo, le encantaba el ambiente que reinaba allí. Mientras le hacían la comida bajaba a la cocina a hablar con los cocineros, eran muy graciosos y le gustaba pasar el tiempo allí abajo; otras veces seguía a su abuela de un lado a otro mientras ella hacía su trabajo. Le hacía gracia la velocidad con la que iba de un lado a otro repartiendo platos y, en los pocos momentos en los que descansaba del trabajo, se entretenía imitando sus gestos o ayudándola a solucionar esos crucigramas que tan a menudo ella completaba. En el piso del restaurante tenía una preciosa bicicleta de color naranja y, un día, mientras daba una vuelta con la bicicleta por la plaza del restaurante, vio a un niño sentado a los pies de la estatua de un ángel que tenía en las manos un enorme libro. Adrián se le acercó y le preguntó que hacía allí, pero él simplemente le contestó con una sonrisa y le dijo: ¿A qué no me pillas?, y el chico echó a correr. Desde ese día fueron inseparables.
Al llegar a casa de Carlos tocó el timbre. Le abrió la puerta su madre. La mujer, al ver al muchacho, le ofreció entrar, pero él rechazó la propuesta excusándose con que tenía mucha prisa y que sólo había quedado con Carlos para ir al centro comercial. Su amigo bajó corriendo y los dos se subieron al coche. Era un SEAT IBIZA bastante gastado.
En el trayecto hacia el centro comercial, Adrián le contó a su amigo los pocos detalles que recordaba de su sueño y la extraña sensación que le había dejado. Además conversaron sobre la caja que encontró y pasaron el resto del trayecto dando ideas disparatadas sobre como abrirla.

domingo, 8 de junio de 2008

La llave del destino 02: La caja

Adrián abrió los ojos, le costó un minuto entero darse cuenta de donde estaba, se hallaba en una cama, en su propia cama. Se sentía extraño, acababa de despertar de un largo sueño, pero, al mismo tiempo, se sentía agotado, como si hubiese estado corriendo durante horas. Cuando consiguió despejar su mente, intentó recordar el sueño que había tenido, aunque habitualmente no los recordaba. Lo único que le venía a la cabeza era que había estado corriendo, aunque también le parecía recordar una voz, pero no estaba seguro de ello.
Se levantó y se asomó a la ventana. Era una noche despejada, la luna iluminaba las calles creando unas sombras espeluznantes, las mismas sombras que, a menudo, la gente confunde con los monstruos que les atemorizan en lo más profundo de su imaginación. Le pareció ver una de esas sombras moverse cerca de una farola que estaba al otro lado de la calle y se frotó los ojos para mirar con más detenimiento. No vio nada, aun estaba adormilado, seguramente se lo había imaginado.
Miró el reloj, marcaba las tres de la mañana, así que decidió volver a sumergirse en los encantos del ensueño, pero tenía la garganta seca, sentía como si el sueño hubiese sido real y estaba tan cansado como si se hubiese pasado las cuatro escasas horas que había dormido corriendo una maratón. Así que se dirigió a la cocina para beber un vaso de agua, se aclaró la garganta y volvió a meterse en su cama. Sin apenas darle tiempo a volver a pensar en el sueño, se quedó dormido.

Esa misma mañana se despertó a las nueve y media. Tenía cosas que hacer. Sin perder tiempo bajó a desayunar. Sus padres estaban de viaje durante un mes. No tenía hermanos, por lo que tenía que hacer todas las tareas de la casa él mismo. Empezó a preparar el desayuno mientras miraba la televisión. No había ninguna noticia interesante, solo los típicos maltratos o los habituales accidentes que tenían lugar los fines de semana, llevándose por delante multitud de vidas inocentes.
Al acabar el desayuno fue a ducharse y después se vistió con unos vaqueros y una camiseta azul que le regaló su madrina en su pasado cumpleaños. Antes de salir de casa tenía que limpiar un poco la cocina y su habitación, así que se dedicó a ello mientras sonaba de fondo Explosions in the sky, ese grupo de música instrumental que tan a menudo le ayudaba a relajarse.
Cuando acabó de ordenar la habitación decidió ordenar lo que tenía debajo de la cama. Hacía meses que no lo hacía. Sacando trastos encontró una caja blanca con un dibujo de un reloj de arena plateado. No recordaba haber tenido nunca una caja así, pero el símbolo le resultaba familiar, aunque no tenía ni la menor idea de donde lo había visto antes. Intentó abrirla, pero estaba protegida por una sólida cerradura que no tenía el aspecto de ceder con un simple martillazo. Quiso dedicarle más tiempo, pero tenía prisa, así que sin perder más tiempo cogió la cartera, las llaves y el móvil y salió.

martes, 22 de abril de 2008

La llave del destino 01: Prólogo

Estaba oscuro, pero a lo lejos se podía distinguir una luz mortecina. Empezó a caminar hacía ella pero, a cada paso que daba, parecía como si, en lugar de acercarse, se estuviese alejando. Desesperado, se puso a correr a tal velocidad que no daba crédito a ello. Nada, el pálido fulgor seguía alejándose a cada paso.
Entonces se detuvo, se dejó caer, se dio por vencido y, cuando ya había aceptado su muerte, se oyó una voz que venía de la nada: Levántate, no te des por vencido, ve a la luz y empezará todo.
Él no comprendió, no quiso comprender, se limitó a levantarse y a correr con decisión hacia ese pálido punto resplandeciente que permanecía quieto en el horizonte. No lo podía creer, la luz cada vez estaba más cerca, ya podía distinguir una forma en ese espacio oscuro. Parecía una puerta. Sí, lo era.
Llegó a ella, era una puerta blanca majestuosa, tanto que despedía una luz intensa pero que no dañaba los ojos. Los detalles parecían hechos de un extraño color plateado y en el centro había un dibujo de ese mismo color: un reloj de arena inscrito en una circunferencia. Una vez hubo examinado la puerta, apoyó la mano en el pomo y, unos segundos antes de que se abriese, volvió a oír la voz que decía: Acabas de firmar tu destino, aquí empieza tu historia…

miércoles, 12 de marzo de 2008

Una vela

Encontrarás tu vela, puede que sea cuando menos esperes encontrarla, donde menos esperes encontrarla, pero al fin y al cabo la encontrarás, la oscuridad empezará a convertirse en tinieblas y, las tinieblas, poco a poco, en una agradable luz que ilumine el sendero que es tu vida.




Unas humildes palabras
dedicadas a Mayanush_k.

martes, 11 de marzo de 2008

Luz, oscuridad: tinieblas

Estás cansado, tu cuerpo tiembla a causa de todo lo ocurrido: luz, oscuridad, cánticos,… ; pero debes tomar una decisión. ¿Qué harás? Estás arto de cambiar a luz y oscuridad continuamente, pero sientes curiosidad por descubrir el significado que hay detrás de esos cambios, así que, después de meditar largo rato, decides seguir esa extraña luz para entender que ocurre.

Te diriges hacia la luz, pero no puedes vislumbrar que hay en ella, es una luz demasiado cegadora. Parece que hay una puerta mas (¿cuántas puertas hay?, ¿hasta cuando durará esta tortura?). Entras en la puerta, pero durante unos breves segundos te ves cegado por esa luz. Empiezas a distinguir el interior de esa puerta, parece una habitación, todo es blanco y solo hay una pequeña ventana en la estancia. Te acercas a la ventana, la abres y te asomas, pero antes de que de tiempo a ver que hay en el exterior te das la vuelta movido por un escalofrío que te recorre la nuca.

¿Otra vez oscuridad? No, esta vez no es oscuridad. Luz y oscuridad se han unido en tinieblas, tinieblas en las que la oscuridad y la luz no compiten, tinieblas en las que las sombras desaparecen, tinieblas acogedoras. Pero las tinieblas no son más que una mera ilusión. ¿Acaso pueden convivir luz y oscuridad? No, no es posible. Estás confundido así que desesperado decides volver a cruzar la puerta por la que entraste pero te das cuenta de que esa puerta a desaparecido y empiezas a golpear la pared con gritos de rabia.

Todo se queda en silencio. Tinieblas, silencio, desesperación, rabia. Te derrumbas en el suelo con los ojos cerrados y permaneces en silencio durante lo que parecen ser horas hasta que consigues distinguir un sonido dentro de esa atmósfera de terror. ¿Qué es? ¿El mismo cántico que escuchaste anteriormente? No estás seguro, el sonido proviene de la pared que hay al otro lado de la habitación.

Te acercas a esa pared y la inspeccionas, parece hueca, quizás si la golpeases podrías hacerte paso por ella. Te das la vuelta y ves que ha vuelto a aparecer la puerta. ¿Qué harás ahora?

jueves, 6 de marzo de 2008

Julio, el águila y el ratón.

Hoy en castellano nos an dado una lista de frasecillas y te´niamos que hacer un texto:

- y el ratón- un picotazo
- mierda de tipo
- y es por completo
- Julio
- usted vuelva a alturas vertiginosas
- más todavía
- usted es más hermosa
- atrévete a decir
-atrévete a decir que huelo mal
- que el ave del paraíso- usted huele mejor
- donde sacudirle
- lo acorrala contra una pared de granito
- atrévete a decir que no soy hermosa
- que he visto nunca
- un águila cae como un rayo
- supersónica y estratosférica
- que un litro de colonia
- sobre un ratón
- no me deja ni un claro
- y dice con gran petulancia
- usted es el ave más hermosa-
el águila

Esta es mi versión:

- Julio, atrévete a decir que no soy hermosa, atrévete a decir que huelo mal, que vuelo mal. ¡Mierda de tipo!- dijo el águila.- Más te diré todavía: usted huele mejor que unlitro de colonia, es el ave más hermosa. Para demostrártelo te he traido un obseguio. - Entonces Julio se sacó del bolsillo a un ratón que tenía una mirada asustadiza.- ¡Mierda de tipo! - dijo de nuevo el águila con una sonrisa al mismo tiempo que acorralaba al ratón contra una pared de granito.Un picotazo, silencio... Entonces Julio dijo con gran petulancia:- Y es el ave más hermosa que he visto jamás.

PD: No está demasiado currado, pero tampoco nos han dado mucho tiempo.

martes, 4 de marzo de 2008

Tristeza

Tristeza... un sentimiento inevitable en algunos momentos de la vida. Cuando aparece no hace más que roer en los rincones mas escondidos del alma. Permanece como un parásito que te chupa la sangre, pero que te mantiene vivo para poder seguir alimentándose. ¿Y qué podemos hacer nosotros para evitar esa tristeza? Nada, simplemente esperar con ansias el momento en que esa tristeza, ese roedor, ese parásito desaparezca.

martes, 26 de febrero de 2008

Paseando por la oscuridad

Estaba paseando por las calles de Palma, iba sin un rumbo fijo, sus padres se habían peleado y decidió salir a dar una vuelta. Estaba harto de escuchar esos gritos cada vez más frecuentes. No quería volver a su casa, quería vagar eternamente por la oscuridad de esas calles, pero parecía un deseo inalcanzable. Sus pasos, mezclados con esos pensamientos alejados de la realidad, le condujeron por la ciudad hasta que, sin darse cuenta, se vio rodeado de una parte de la ciudad que nunca antes había visto. Se sentía aterrado, atemorizado, no sabía donde estaba ni como volver a su casa. Entonces, movido por ese sentimiento de terror, empezó a correr, pero las calles cada vez eran más oscuras y desconocidas. Se paró, le faltaba el aire, necesitaba respirar. Pero entonces oyó una voz que parecía venir de su cabeza y se olvidó de todo lo demás. Era una voz atractiva, sensual, fría, pero fina y suave.

- No tengas miedo de la oscuridad, hazte uno con ella y permite que sea tu más deseada amante.

Estaba confuso, todo el miedo desapareció y fue sustituido por una reconfortable sensación de paz. Entonces salió de la oscuridad una hermosa criatura, parecía un ser divino, una diosa. Era una mujer de inmensa belleza, cabello largo y oscuro, y unos ojos negros que parecían vacíos de vida, pero a la vez llenos de ella.
La mujer se dirigió lentamente hacia él mientras le decía, sin siquiera mover los labios, que no tuviese miedo. Ella siguió avanzando hasta quedar frente a él.
Él quedó como hipnotizado, perdido en los ojos de esa hermosa aparición. En medio del silencio la mujer volvió a hablar al muchacho, otra vez sin mover los labios.

- Júntate con la oscuridad, seamos amantes de la oscuridad, seamos uno durante la eternidad.

Entonces posó su mano en sus ojos cerrándolos y después le agarro cariñosamente del cuello. Él entreabrió los labios esperando juntarse con los de la mujer. Ella le besó durante apenas un par de segundos hasta que sus labios empezaron a deslizarse lentamente hasta su cuello, y entonces le mordió. Pero no fue un mordisco doloroso, sino que se retorció de placer ante semejante experiencia.
Cuando sintió que le quedaban nada más que unas pocas gotas de sangre en el cuerpo, la mujer dejó de beber su sangre y se mordió con fuerza el labio hasta que empezó a sangrar, y volvió a besar al muchacho. El chico le devolvió el beso y a la vez bebió: era una sensación única, un estado de éxtasis indescriptible, parecía como si parte de la vida que se le había arrebatado se le devolviese a cada trago ofreciéndole así una vida inmortal; entonces la mujer volvió a hablar.

- Yo me alimento del miedo, de la lujuria, del terror, del odio a la raza humana, del amor… el amor a mi propia especia. Ahora levántate hijo mío, y aliméntate junto a mi en este mundo de oscuridad, como yo hice junto a mi padre, pues ahora soy tu madre, y tu amante.

Entonces le tendió una mano, él la cogió y se levantó. Ese fue el principio de un amor eterno, el final de una eternidad de vidas.

jueves, 14 de febrero de 2008

Paralizado

Estaba yo durmiendo plácidamente cuando, con una sacudida me desperté de mi agradable sueño. Entonces me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta con paso soñoliento, pero, de repente, me quedé como paralizado, mis músculos quedaron agarrotados y no me obedecían. Intenté soltar un grito en busca de ayuda, pero apenas me salió un suspiro. Intenté arrastrarme hacia la puerta muy lentamente, pero, a causa de la dificultad que me suponía mover los músculos, tardé en cruzar el umbral de la puerta lo que parecieron horas. Al salir al pasillo empecé a soltar gritos pero, de nuevo, solo salían susurros y, a pesar de que en la sala estaba mi padre, nadie se dio cuenta de mi presencia. Entonces me di cuenta de que estaba al lado del interruptor de la luz, así que intenté accionarlo para que mi padre se diese cuenta de mi presencia, pero, como ya he dicho, tenía todo el cuerpo paralizado, así que, para lograr el objetivo de accionar el interruptor, tuve que poner todo mi empeño en ello hasta que al final lo conseguí. Fue entonces cuando mi padre se dio cuenta de mi presencia y acudió en mi ayuda, pero, nada más apoyar una mano sobre mí para ver que me ocurría, volví a despertar, agitado y confuso.

viernes, 8 de febrero de 2008

La muerte

¿Qué es la muerte? La muerte no es más que un ser engañoso, un ser que nos invita a seguirle hasta el más allá, hasta un lugar desconocido. ¿Qué harías si te encontrases cara a cara con la muerte? Podrías optar por seguirla o podrías optar por desafiarla. Puedes elegir seguir a la muerte, puedes escoger el camino más sencillo, pero una vez as decidido caminar por el sendero de la muerte, ¿cómo lo atravesarás? Hay miles de formas en la que la muerte puede presentarse, unas generalmente atractivas, pero otras repulsivas a la mayoría de ojos. Esa muerte atractiva te conduce por un camino rápido e indoloro, pero la muerte repulsiva suele ofrecer un camino lento y doloroso. Sin pensarlo todo el mundo preferiría seguir el camino rápido e indoloro, pero ¿no es la muerte la última experiencia de la vida?, entonces ¿por qué no experimentar esa última sensación al máximo? Por otro lado podríamos escoger no seguir a la muerte, vivir, el camino del dolor, del esfuerzo, del sufrimiento continuo. Entonces, los que escogen no seguir a la atractiva muerte son aquellos que debemos tener más presentes, aquellos que tienen el suficiente valor para enfrentarse al doloroso sufrimiento del día a día. Y, aunque tengamos que recordar a aquellos que se fueron voluntariamente, aquellos que escogen el descanso eterno, no son tan valientes como creemos, ya que no se enfrentaron a la muerte.

jueves, 7 de febrero de 2008

Locura

Acabo de despertar, una intensa luz me ciega, no puedo ver donde estoy, no recuerdo. Empiezo a distinguir la habitación en la que me encuentro, no la reconozco. Una habitación blanca, con paredes acolchadas, un momento, ¿qué significa esto? Es una habitación como la de los loqueros. ¡Un momento! ¿Qué es esto? Una camisa de fuerza. ¿Qué hago con una camisa de fuerza? Empiezo a sentir terror, intento contenerme, pero no puedo. Grito, grito con toda la fuerza de la que dispongo. ¡Ayuda! Nadie acude a mis súplicas. Vuelvo a gritar. ¡Socorro! Empiezo a escuchar unas pisadas apresuradas a lo lejos, cada vez están más cerca. Se abre una diminuta ventana en la parte superior de la puerta y una desconocida voz se dirige hacia mí:
-¿Qué ocurre?
-¿Qué hago aquí? No puedo recordar nada. ¿Dónde estoy?
-Estás aquí porque sufriste un accidente y enloqueciste, veo que comienzas a recuperar la cordura.
-¿Accidente? ¿De qué estás hablando? ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-Sí, sufriste un accidente, tu novia y tu amigo murieron en el accidente, el coche cayó por un barranco y quedaron irreconocibles. Tú, por alguna razón desconocida, saliste antes de que el coche cayese. Llevas aquí poco más de un año.
Después de esta breve explicación empiezo a recordar, recuerdo el sonido al impactar el coche contra el suelo, recuerdo la horrorosa expresión en los rostros de mis seres más queridos; pero no recuerdo ningún accidente, sino las caras de esas dos personas con uniformes policiales, el sonido de sus armas impactando contra nosotros, sus escurridizas manos deslizándose en nuestros bolsillos y apropiándose de cuanto poseíamos y, por último, recuerdo una marca con forma de espiral en sus manos.
Decido contarle a esa persona que me retiene todo cuanto recuerdo. Le explico como iba en coche con mi novia y mi mejor amigo dirigiéndome a lo que debería haber sido un fin de semanaza inolvidable, le cuento como nos paramos ante un control policial, como los policías nos hicieron bajarnos del coche sin razón aparente, como empezaron a golpearnos y a quitarnos nuestros objetos personales, como conseguí escapar pidiendo ayuda a gritos, mientras veía los rostros de horror de mis acompañantes, le explico horrorizado el sonido de un vehículo golpeando contra el suelo y la explosión que le precedía.
Al fin acabo mi relato, noto resbalar por mi mejilla. Miro fijamente ese rostro que me interroga por la ventanilla de la puerta. Me devuelve la mirada y separa sus labios para dirigirse a mí:
-Parece que después de un año as recuperado el habla, pero todo lo que dices no tiene ningún sentido, estás delirando. Siento decirte que deberás quedarte aquí bastante tiempo más y seguir con la medicación.
Se abre la puerta y ese hombre entra por ella con unas pastillas en la mano. Me ofrece las pastillas, pero yo me rehúso a tomarlas. Intenta meterme las pastillas a la fuerza y, después de un tiempo forcejeando, consigue metérmelas, pero no ante de poder distinguir en su mano la marca en forma de espiral, la marca de mis peores miedos, la marca que todo me lo arrebató: mis seres queridos, mis posesiones, mi cordura…

martes, 5 de febrero de 2008

Una extraña sensación

Algo se retorció en mi interior.
Fue una extraña sensación.
Dio un vuelco mi corazón,
Cuando escuché esa linda voz.

Cuando una mirada nos cruzó,
Se paró mi respiración.
Y cuando esa mirada desapareció,
Un dolor me recorrió.

Años después resurgió,
Esa extraña situación.
Cuando un recuerdo cruzó
Esa extraña sensación
Que dormía en mi interior.

lunes, 4 de febrero de 2008

Odio a la existencia

Estoy sentado en una incómoda silla de una fría clase. Se oye una ronca voz vacía de significado para mí. Una extraña sensación de nervios recorre cada uno de mis dedos, cada tejido de mi cuerpo. Odio, destrucción, una inmensa necesidad de gritar, de coger la mesa sobre la que se apoya el cuaderno en el que escribo y tirarla al suelo, de tirar una silla por la ventana. Una necesidad de golpearlo todo. Desahogarme, destrozar la piel de mis nudillos tiñendo las paredes de un intenso rojo. Sangre, destrucción, odio, gritos, insultos, golpes, todo, todo eso ayudaría a desahogar una asquerosa sensación de rutina. Un día que se repite una y otra vez, un día del que no parece posible escapar. Una atractiva posibilidad de desahogo que solo deja destrucción a su paso, una posibilidad lejana, apagada por esa absurda sociedad que nos impone una rutina, nos niega la destrucción. Una hipócrita sociedad que nos mira mal al gritar, al odiar. Me gustaría dejar de escuchar, levantarme, gritar, golpear la pared salpicándola de mi propia vida. Me gustaría coger una silla y romper un cristal con ella. Pero es una situación lejana, solo parece posible una manera de desahogarme. Por ello, este desgastado lápiz, escribe estas líneas, unas líneas que se burlan de la mismísima existencia, de la sociedad. Unas líneas que manifiestan un inmenso y eterno odio a todo. Unas líneas con las que pretendo mirar de cerca de la existencia, mirarla a los ojos y burlarme de ella, reírme de ella con una sonora carcajada de odio.

domingo, 3 de febrero de 2008

Recuerdos

Un día nublado
En un lugar abandonado
Un recuerdo lejano
Pero a la vez cercano
Un hermoso rostro
Un precioso cabello rojo
Una cuchilla afilada
En una muñeca morada
Un espejo rojo
Salpicado por un corazón roto

sábado, 2 de febrero de 2008

Su mundo

Ella escribía colores y dibujaba letras; cantaba poesía y recitaba canciones; ella, en los días calurosos, llevaba un paraguas de color verde con unos preciosos topos blancos y, en los días de lluvia, se ponía un enorme gorro que le daba sombra; cuando los demás se burlaban, ella, complacida, se reía de su estúpida ignorancia; al mediodía, ella, se preparaba la cena y, por la noche, disfrutaba con la comida; ella soñaba despierta y, por las noches, pensaba dormida; expresaba su felicidad con lágrimas y su dolor con sonrisas; hacía el amor cuando quería, no cuando le decían; vivía su día y no el que los demás vivían; ella amaba a ambos sexos, sin prejuicios; despertaba con ánimos y no con sueño; vivía por sus sueños, no por su dinero; no se preocupaba por la vida de los famosos, sino por la de los que pasaban hambre; el día de San Valentín únicamente pensaba en ella misma y, en los 364 días restantes del año, expresaba el amor que sentía; ella vivía la vida que quería; vivía en su mundo; ella… era feliz.

viernes, 1 de febrero de 2008

A través del escaparate

Él iba caminando, como siempre con los auriculares puestos y escuchando música. Hacía frío y llevaba un jersey negro con la capucha tapándole la cabeza. Entonces, mientras caminaba perdido entre las letras d las canciones que reproducía su mp3, pasó por delante de un escaparate que le llamó la atención: era una tienda de arte y el escaparate estaba lleno de lienzos, pinturas y infinidad de materiales con los que un artista podría estampar su particular manera de ver la realidad en unos simple trazos; pero no fue esa inmensa cantidad de materiales lo que le hizo mirar al interior, sino algo así como un ángel de cabello rubio y ligeramente ondulado, cuya sonrisa y ojos perfectos brillaban con la intensidad del la más bella estrella. El chico se quedó un tiempo observando a la muchacha hasta que fue consciente del tiempo que había pasado y se marchó con la firme intención de volver al día siguiente. Pasó un mes durante el cual el chico se pasaba a diario por enfrente del escaparate con la esperanza de poder observar la causa de su obsesión; a pesar de ello nunca llegó a entrar en la tienda. Pero un día decidió ir un poco más allá. En lugar de ir durante la tarde, decidió acudir al escaparate durante la noche, cuando todas las farolas de la calle permanecían apagadas y la gente dormía tranquila en sus camas. Ese noche tenía en la mochila un bote de pintura rojo que utilizó para pintar un inmenso corazón que ocupaba todo el vidrio del escaparate. Al día siguiente volvió a asistir a la cita diaria con su obsesión para ver la reacción que había causado el corazón en la chica. Esta vez se quedó mirando al interior a través del corazón; pero, al contrario que en las demás ocasiones, la chica le devolvió la mirada, una mirada brillante y acogedora. Era evidente que en ese momento ella comprendió que hacía un corazón en su escaparate. Estuvieron varios minutos observándose hasta que él comprendió que era el momento de marcharse y se dispuso a cruzar la calle. Entonces la chica salió de la tienda para impedírselo, una ambulancia avanzaba con la sirena a toda velocidad, pero el chico no se había percatado de ello por el alto volumen de su música. La chica alcanzó al muchacho en medio de la calle y él, interpretando que era eso lo que la muchacha quería, la cogió y la besó. Un beso que duró apenas unos segundos interrumpido por la embestida de la ambulancia.

jueves, 31 de enero de 2008

El arte de desaparecer

Era el cumpleaños de José y había una fiesta en su casa, había invitado a muchas personas y la gente se lo pasaba muy bien, pero había una butaca en un rincón en la que había sentada una persona, sola, sin conversar con nadie, sin bailar, sin gritar, sin sonreír… Era Juan, por lo general era una persona activa, bromista, que siempre reía y se lo pasaba bien con los demás, pero hoy no, por un motivo desconocido esta noche se había quedado en un rincón solo y no parecía la misma persona. Era un chico de estatura normal, su pelo era liso y negro, y el flequillo le tapaba un ojo. Por lo general vestía con jerseys oscuros, a veces de grupos de música, y pantalones estrechos. Tenía un aro en el labio y un pendiente en la oreja izquierda. Era muy popular y muchas chicas estaban interesadas en él.

En ese momento sonaba de fondo My Heroine, una canción de Silvetstein, una de las canciones favoritas de Juan. Entonces apareció Elena, una chica morena y muy guapa que era bastante amiga de Juan.

-Hola. No te había visto en toda la noche, ¿Qué tal estás? – dijo ella.

-Bien, aquí descansando un rato de la fiesta.

-No me mientas, llevo un rato observándote, y llevas toda la noche aquí. ¿Estás seguro de que todo va bien?

-Sí, gracias por preocuparte, pero todo va bien, todo el mundo tiene un día chungo, ¿no? – contestó Juan, forzando una sonrisa no muy convincente.

-Está bien, pero si quieres hablar de algo puedes contármelo, venga, voy a dar una vuelta por la fiesta, hasta luego.

-Hasta luego, y gracias.

Entonces ella se marchó con paso lento, como esperando que en cualquier momento Juan cambiase de opinión y le contase lo que le pasaba. Pero no fue así.

Juan se quedó unos instantes más sentado en la butaca mientras los demás se lo pasaban bien, unos instantes que parecieron horas. Entonces, Juan, cansado de su estado de ánimo, se levantó y se dirigió hacia la puerta, y cuando ya estaba girando la manilla para salir oyó que alguien le llamaba:

-¡Juan! ¿Ya te vas? Aún es pronto, quédate un rato más tío

Entonces Juan se giró y vio que era José quien le dirigía la palabra.

-¡Ey! Perdona que no me quede por más tiempo, pero resulta que mañana tengo que despertarme pronto porque tengo cosas que hacer, nos vemos el lunes – le dijo Juan.

-Bueno, si tienes cosas que hacer no te preocupes, ya nos veremos, adiós.



Juan salió y empezó a caminar hacia la salida del jardín, y en un banco del jardín vio a Elena con un chico, entonces Juan empezó a caminar a mayor velocidad para irse de allí lo antes posible, lo curioso es que no sabía porque lo hacía. ¿Sería que Elena le gustaba? No, eso era imposible, siempre había considerado a Elena como una gran amiga a la que contarle sus preocupaciones. Otras veces la había visto con otros chicos y nunca antes le había importado.

Cuando estuvo seguro de que ya nadie podía verle empezó a correr, y mientras lo hacía empezó a llover. Estaba tan mojado que ni se dio cuenta de que estaba llorando, ya que las gotas de lluvia se confundían con sus lágrimas.

Sin darse cuenta llegó a su casa, buscó las llaves, abrió la puerta y se dirigió a su habitación. Sus padres vivían en Argentina, y él vivía solo, aunque frecuentemente recibía visitas de sus amigos. Vivía en un pequeño piso en el que solo había una cocina no muy grande, un baño, un salón, dos habitaciones bastante pequeñas y una minúscula terraza desde la que se podía ver un cielo ennegrecido por la tormenta.

Juan se fue directo a la cama y se quedó inmóvil en ella repasando detalles de su vida hasta quedar completamente dormido. Horas después despertó bruscamente en medio de la noche y salió a la terraza. La tormenta había desaparecido y había dejado tras de si un cielo limpio y silencioso y, mientras observaba ese luminoso firmamento volvió a sumirse en sus profundos pensamientos. Estaba arto de la vida que tenía, una vida sin sentido que no conducía a otro lugar que a un inmenso vacío. Tenía amigos y se lo pasaba en grande, pero en el fondo sentía que no estaba en el lugar adecuado, no podía seguir por más tiempo allí, y entonces sintió una inmensa necesidad de desaparecer, abandonar a toda esa gente que tenía a su lado día a día.

Se fue a la cama y empezó a pensar como desaparecer, se iría a Argentina, con su familia, pero no les diría nada, aparecería de repente en casa de sus padres. Se fue a dormir y, al día siguiente, que era sábado, empezaría a prepararlo todo.

Al día siguiente lo primero que hizo fue encender el ordenador, meterse en internet y comprar un billete de avión a Buenos Aires, se iría el lunes. Hizo las maletas a toda prisa y empaquetó las cosas que no podía llevar con él para que se las llevasen a Argentina.

El lunes siguiente, en clase, todo el mundo se preguntaba donde estaba Juan. José y Elena fueron por la tarde a su casa, pero no contestaba al timbre. Se dieron cuenta de que la puerta estaba abierra y entraron, pero lo que vieron no les gustó, el piso estaba completamente vacío. No había ninguna carta, había desaparecido.

Habían pasado ya 20 años de eso y ahora Elena era profesora. Estaba de excursión con sus alumnos en una pequeña exposición de arte sur-americana y vio un cuadro que la alarmó, era como mirarse a un espejo que rejuvenece, le recordaba a ella misma cuando tenía 17 años. Entonces miró el título de la obra y el nombre de su autor:

“La razón de la huida” Juan Alba Bonet

miércoles, 30 de enero de 2008

Sonrisa

Una pequeña curvatura en sus labios provocó una gran explosión en mi interior. No se muy bien como explicarlo, pero fue una experiencia única. Estaba yo con mis amigos riendo de las bromas que solemos hacer en esos 25 minutos de patio, cuando ella pasó por nuestro lado. Nunca la había visto, cosa que me extrañó, ya que es difícil encontrar gente nueva en el instituto. Era preciosa, pero no me pararé a describir su belleza, puesto que ninguna palabra podría hacer honor a su encanto. Volvamos a lo que pasó, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Ella estaba acercándose, ya de lejos la vi. Iba hablando con una amiga, de la cual sería incapaz de darte ningún detalle, ya que me quedé cegado por tan brillante estrella. Se movía con una gracia digna de la más hermosa diosa y cada vez estaba más cerca. Ya solo nos separaban unos escasos metros y ella seguía hablando con su amiga. Entonces cuando ya solo nos separaba un metro de distancia giró la cabeza y me sonrió. Entonces sentí que mis mejillas se encendían, creo que nunca se me habían encendido tanto, debían estar al rojo vivo. En mi estómago todo se revolvía, una sensación que nunca antes había sentido, no sabría explicártela. Esa sonrisa quedó plasmada en mi cabeza hasta que empecé a darme cuenta de que alguien me llamaba gritando mi nombre. Mis amigos se habían dado cuenta de que me había quedado como en un estado de sopor y me preguntaban que me ocurría, les dije que nada, que estaba pensando en otras cosas. Ahora esa sonrisa que me hizo sentir todo aquello la veo cada día, cuando me sonríes al besarme cada día.

martes, 29 de enero de 2008

Mi estrella

Últimamente solo veo una estrella en el cielo, puede que sea pequeña, que para los demás ojos no sea gran cosa, pero para mi es una estrella que brilla con intensidad, una hermosa estrella que me guía en todos momentos, que me conduce hacia la luz.

Si esa estrella desapareciese, si esa estrella de un día para otro se esfumase, mi vida no tendría sentido, mi cielo estaría vacío, sin estrellas, sin belleza. Me quedaría sin guía, me perdería en este mundo sin sentido, solo me quedaría un cielo sin luz, un mundo lleno de sombras.

lunes, 28 de enero de 2008

Ella

Llegó él, era alto, bien plantado y con una sonrisa a la que las chicas no podían resistir. Lo que yo no imaginaba en ese preciso momento era que a ella, precisamente a ella, también le afectaría esa repugnante sonrisa, que a mi me parecía hecha a base de ostias, hasta que, a la fuerza, se le quedó grabada en la cara. Pero a ella, y a muchas otras que no me importaban, a ella, le gustaba. En el fondo era un horripilante monstruo, con sus bromas sin gracia y su desprecio hacia aquellos que, con esperanza e ilusión, intentábamos conquistarlas. Un monstruo, una bestia, eso era él. Él se podría haber fijado en cualquiera, las tenía a todas hipnotizadas, pero por una razón que desconozco, la escogió a ella. Ella, que antes conmigo se reía, ya no lo hacía. Pero no había perdido la facultad de reír, ¡que va! Solo él, ahora él era el único capaz de despertar esa sonrisa tan hermosa que hace que el día valga la pena, esa sonrisa que en mí despertaba lo que ya nada podía despertar: la felicidad. Pues si, entonces me desesperé, y me puse a pensar que era lo mejor que podía hacer en mi situación: podía seguir intentando que se fijara en mi, aunque eso ya parecía imposible; un disparo, un salto, una horca… ya me entendéis, algo que me ayudara a acabar con mi vida… ¿y darle esa satisfacción a ese ser que yo tanto odiaba?, ¡no! Estaba decidido, y ya no tenía intención d cambiar de idea. Y entre lágrimas finas que recorrían mis mejillas, unas mejillas en otra época llenas de color por la felicidad que sentí, pero que ahora estaban pálidas, cansadas de esa desesperación que me recorría, con esas lágrimas empecé con esa idea que recorría mi mente. Pues bien, os preguntareis que idea era esa, os la diré, esa idea era rezar. ¿Rezar? Sí, eso haría, rezar por ella, por ella y por el horripilante ser que me había arrebatado la felicidad. Lo se, creéis que soy estúpido, y tal vez tengáis razón. Pero a mi parecer os equivocáis, no es que esté renunciando a mis deseos por miedo o desesperación, todo lo contrario, lo que hacía era precisamente seguir mi deseo más profundo. Ese deseo es ya evidente, después de lo que os he contado, pero por si alguno d vosotros aun no sabe de qué estoy hablando os lo diré, mi único deseo que ya me quedaba en este mundo era que ella fuese feliz. Y por que iba a querer eso os preguntareis, la respuesta es sencilla, porque su sonrisa es la única imagen que en mi estado puede arrancar, aunque muy fina, una leve curva en mis labios con la forma de una sonrisa.

Silencio

Hojas rasgando el papel, la tiza deslizándose por la pizarra, alguien que se suena, golpes de pies contra el suelo, una risa de fondo, murmullos de la gente hablando, la profesora explicando, la cremallera de un estuche, un bostezo, golpes de bolígrafos, e incluso mi propio lápiz rasgando el papel, la mina del lápiz se rompe, solo ruidos, sin silencio. ¿Qué es necesario para encontrar ese momento de silencio? Incluso en los momentos que parecen silencios se encuentran pequeños ruidos que rompen ese silencio. Es algo inalcanzable, una utopía, algo que no es valorado como se merece, tranquilizador. Entonces, ¿Qué debo hacer para conseguir un instante de silencio? ¿Acaso es la muerte la única forma de conseguirlo? ¿O incluso en la muerte el silencio sigue siendo una utopía? Silencio….

Nubes

Miré en el diccionario la definición de nube, y lo que pone es: masa de vapor acuoso suspendida en la atmósfera y que por la acción de la luz unas veces parece blanca y otras gris, rosa o de otro color.¿Pero que son las nubes sino el reflejo de aquello que no podemos alcanzar? A veces vemos aquellos deseos que a menudo soñamos alcanzar representados en las nubes con formas inimaginables, las nubes son la imaginación que de pequeño se tiene, pero que con los años se pierde, las nubes son una manera de relajar la vista, las nubes son algo hermoso que jamás podremos alcanzar a pesar de poder volar, las nubes son los deseos.

domingo, 27 de enero de 2008

Cementerio

Una ciudad de muertos, una exposición de lápidas, ¿o quizás sea una inmensa floristería de aspecto peculiar? Que mas da, un cementerio es un lugar en el que honrar a esa gente k ya no está en nuestras casas o nuestras calles, pero que siempre estará en el corazón de aquellos que los recuerden.

Tormenta

Estaba en mi habitación, sumido en mis pensamientos, pensamientos tortuosos que no dejaban a mi cabeza ocuparse de otros asuntos. Entonces, mientras esos pensamientos recorrían cada rincón de mi mente destrozando las pocas gotas de alegría que salían a relucir en momentos cada vez menos frecuentes, se oyó un sonido devastador. Fue como un mueble cayendo contra el suelo, un golpe ensordecedor. Abrí la ventana y no había nada fuera de lo común, esperé unos instantes, instantes que parecieron siglos por culpa de esos pensamientos, y volvió a ocurrir, no era nada, simplemente el inicio de una tormenta.

Al cerrar la ventana y volver a sumergirme en ese vacío que perturbaba mi mente, empezó a sonar una lluvia como jamás se había visto. Otro trueno… seguía la lluvia. Me volví a asomar a la ventana y, en la calle, había un niño jugando bajo la lluvia, contento de sentir las gotas de agua sobre su feliz y alegre rostro. Volví a sumergirme en el espeso mar de angustia que era mi mente en esos momentos.

Después de un rato que a mi me parecieron horas, aunque no se exactamente cuanto fue, dejé a un lado mis pensamientos durante unos minutos para dirigirme a la cocina y tomarme un vaso de agua que aclarará mi garganta. Cuando me disponía a limpiar el vaso la tormenta empeoró, el viento ahora parecía agitar las ramas de los árboles, así que me asomé para comprobarlo. Era espeluznante, los árboles se agitaban como nuca se había visto. Y allí seguía el niño ajeno a los caprichos de la naturaleza, siguiendo con sus alegres juegos de pelota.

Volví de nuevo a mis cosas y de pronto sonó el trueno más ensordecedor y espeluznante que había oído jamás. Se me pusieron los pelos de punta. Silencio…, no se oía ningún ruido, la tormenta había acabado.

Entonces pensé en acostarme, pero antes quise echar un último vistazo a ese paisaje que tan aburrido tenía y que era la calle en la que yo vivía. Después de una tormenta, las calles, con sus árboles plantados en las aceras, despedían un olor a tierra mojada que te recorre el cuerpo dándote esa sensación a calma y serenidad. Ese es uno de los momentos de la vida en los que a uno le gusta disfrutar de las maravillas de la naturaleza, era un olor tan agradable… Me asomé, con los ojos cerrados, disfrutando de ese agradable olor, deseoso de abrir los ojos y ver las calles encharcadas. Los fui abriendo poco a poco, y el cielo estaba nublado, las plantas mojadas, las calles encharcadas de unos inmensos charcos que reflejaban el oscuro cielo.

Al lado del charco más grande había un árbol que había sido arrancado por la ferocidad de un viento maligno que había agitado el árbol hasta conseguir darle muerte. Ese charco no era como los demás, tenía un color especial, un color que no pude distinguir por la oscuridad de la noche. Movido por la curiosidad me puse el abrigo que me compraron el año pasado en las rebajas de enero, me coloqué las botas y salí a las frías calles.

Allí estaba ese charco, así que fui acercándome lentamente, por miedo a ese extraño color que no podía distinguir con claridad y que parecía producto de un perverso hechizo. Llegué a la orilla del diminuto lago, lo observé detenidamente para intentar distinguir el color, y al conseguir distinguir ese extraño color rojo pensé, irónicamente, que ese charco era una miniatura del mar Rojo. Dibujé una pequeña sonrisa en mis labios, divertido por la ironía producto de mi mente, pero enseguida se borró, allí sobraba una cosa, o dicho de otra manera, faltaba una cosa…

Me di cuenta de que había dejado pasar por alto un pequeño detalle, ya que había una pelota en el charco, y donde ratos antes había un alegre niño ahora no había nadie. Entonces se me paso una espeluznante idea por la cabeza y me acerqué lentamente al árbol tumbado de la calle, y al estar a unos pocos pasos de ese árbol , destrozado por culpa de esa violenta tormenta, lo pude ver, dos ojos sin vida que me miraban fijamente desde debajo de ese árbol. Era el niño.