domingo, 27 de enero de 2008

Tormenta

Estaba en mi habitación, sumido en mis pensamientos, pensamientos tortuosos que no dejaban a mi cabeza ocuparse de otros asuntos. Entonces, mientras esos pensamientos recorrían cada rincón de mi mente destrozando las pocas gotas de alegría que salían a relucir en momentos cada vez menos frecuentes, se oyó un sonido devastador. Fue como un mueble cayendo contra el suelo, un golpe ensordecedor. Abrí la ventana y no había nada fuera de lo común, esperé unos instantes, instantes que parecieron siglos por culpa de esos pensamientos, y volvió a ocurrir, no era nada, simplemente el inicio de una tormenta.

Al cerrar la ventana y volver a sumergirme en ese vacío que perturbaba mi mente, empezó a sonar una lluvia como jamás se había visto. Otro trueno… seguía la lluvia. Me volví a asomar a la ventana y, en la calle, había un niño jugando bajo la lluvia, contento de sentir las gotas de agua sobre su feliz y alegre rostro. Volví a sumergirme en el espeso mar de angustia que era mi mente en esos momentos.

Después de un rato que a mi me parecieron horas, aunque no se exactamente cuanto fue, dejé a un lado mis pensamientos durante unos minutos para dirigirme a la cocina y tomarme un vaso de agua que aclarará mi garganta. Cuando me disponía a limpiar el vaso la tormenta empeoró, el viento ahora parecía agitar las ramas de los árboles, así que me asomé para comprobarlo. Era espeluznante, los árboles se agitaban como nuca se había visto. Y allí seguía el niño ajeno a los caprichos de la naturaleza, siguiendo con sus alegres juegos de pelota.

Volví de nuevo a mis cosas y de pronto sonó el trueno más ensordecedor y espeluznante que había oído jamás. Se me pusieron los pelos de punta. Silencio…, no se oía ningún ruido, la tormenta había acabado.

Entonces pensé en acostarme, pero antes quise echar un último vistazo a ese paisaje que tan aburrido tenía y que era la calle en la que yo vivía. Después de una tormenta, las calles, con sus árboles plantados en las aceras, despedían un olor a tierra mojada que te recorre el cuerpo dándote esa sensación a calma y serenidad. Ese es uno de los momentos de la vida en los que a uno le gusta disfrutar de las maravillas de la naturaleza, era un olor tan agradable… Me asomé, con los ojos cerrados, disfrutando de ese agradable olor, deseoso de abrir los ojos y ver las calles encharcadas. Los fui abriendo poco a poco, y el cielo estaba nublado, las plantas mojadas, las calles encharcadas de unos inmensos charcos que reflejaban el oscuro cielo.

Al lado del charco más grande había un árbol que había sido arrancado por la ferocidad de un viento maligno que había agitado el árbol hasta conseguir darle muerte. Ese charco no era como los demás, tenía un color especial, un color que no pude distinguir por la oscuridad de la noche. Movido por la curiosidad me puse el abrigo que me compraron el año pasado en las rebajas de enero, me coloqué las botas y salí a las frías calles.

Allí estaba ese charco, así que fui acercándome lentamente, por miedo a ese extraño color que no podía distinguir con claridad y que parecía producto de un perverso hechizo. Llegué a la orilla del diminuto lago, lo observé detenidamente para intentar distinguir el color, y al conseguir distinguir ese extraño color rojo pensé, irónicamente, que ese charco era una miniatura del mar Rojo. Dibujé una pequeña sonrisa en mis labios, divertido por la ironía producto de mi mente, pero enseguida se borró, allí sobraba una cosa, o dicho de otra manera, faltaba una cosa…

Me di cuenta de que había dejado pasar por alto un pequeño detalle, ya que había una pelota en el charco, y donde ratos antes había un alegre niño ahora no había nadie. Entonces se me paso una espeluznante idea por la cabeza y me acerqué lentamente al árbol tumbado de la calle, y al estar a unos pocos pasos de ese árbol , destrozado por culpa de esa violenta tormenta, lo pude ver, dos ojos sin vida que me miraban fijamente desde debajo de ese árbol. Era el niño.

2 comentarios:

franzzz dijo...

Suerte con el blog! ;)

TaMi dijo...

Genial el texto, no me esperaba ese final para nada.