domingo, 8 de junio de 2008

La llave del destino 02: La caja

Adrián abrió los ojos, le costó un minuto entero darse cuenta de donde estaba, se hallaba en una cama, en su propia cama. Se sentía extraño, acababa de despertar de un largo sueño, pero, al mismo tiempo, se sentía agotado, como si hubiese estado corriendo durante horas. Cuando consiguió despejar su mente, intentó recordar el sueño que había tenido, aunque habitualmente no los recordaba. Lo único que le venía a la cabeza era que había estado corriendo, aunque también le parecía recordar una voz, pero no estaba seguro de ello.
Se levantó y se asomó a la ventana. Era una noche despejada, la luna iluminaba las calles creando unas sombras espeluznantes, las mismas sombras que, a menudo, la gente confunde con los monstruos que les atemorizan en lo más profundo de su imaginación. Le pareció ver una de esas sombras moverse cerca de una farola que estaba al otro lado de la calle y se frotó los ojos para mirar con más detenimiento. No vio nada, aun estaba adormilado, seguramente se lo había imaginado.
Miró el reloj, marcaba las tres de la mañana, así que decidió volver a sumergirse en los encantos del ensueño, pero tenía la garganta seca, sentía como si el sueño hubiese sido real y estaba tan cansado como si se hubiese pasado las cuatro escasas horas que había dormido corriendo una maratón. Así que se dirigió a la cocina para beber un vaso de agua, se aclaró la garganta y volvió a meterse en su cama. Sin apenas darle tiempo a volver a pensar en el sueño, se quedó dormido.

Esa misma mañana se despertó a las nueve y media. Tenía cosas que hacer. Sin perder tiempo bajó a desayunar. Sus padres estaban de viaje durante un mes. No tenía hermanos, por lo que tenía que hacer todas las tareas de la casa él mismo. Empezó a preparar el desayuno mientras miraba la televisión. No había ninguna noticia interesante, solo los típicos maltratos o los habituales accidentes que tenían lugar los fines de semana, llevándose por delante multitud de vidas inocentes.
Al acabar el desayuno fue a ducharse y después se vistió con unos vaqueros y una camiseta azul que le regaló su madrina en su pasado cumpleaños. Antes de salir de casa tenía que limpiar un poco la cocina y su habitación, así que se dedicó a ello mientras sonaba de fondo Explosions in the sky, ese grupo de música instrumental que tan a menudo le ayudaba a relajarse.
Cuando acabó de ordenar la habitación decidió ordenar lo que tenía debajo de la cama. Hacía meses que no lo hacía. Sacando trastos encontró una caja blanca con un dibujo de un reloj de arena plateado. No recordaba haber tenido nunca una caja así, pero el símbolo le resultaba familiar, aunque no tenía ni la menor idea de donde lo había visto antes. Intentó abrirla, pero estaba protegida por una sólida cerradura que no tenía el aspecto de ceder con un simple martillazo. Quiso dedicarle más tiempo, pero tenía prisa, así que sin perder más tiempo cogió la cartera, las llaves y el móvil y salió.