lunes, 28 de enero de 2008

Ella

Llegó él, era alto, bien plantado y con una sonrisa a la que las chicas no podían resistir. Lo que yo no imaginaba en ese preciso momento era que a ella, precisamente a ella, también le afectaría esa repugnante sonrisa, que a mi me parecía hecha a base de ostias, hasta que, a la fuerza, se le quedó grabada en la cara. Pero a ella, y a muchas otras que no me importaban, a ella, le gustaba. En el fondo era un horripilante monstruo, con sus bromas sin gracia y su desprecio hacia aquellos que, con esperanza e ilusión, intentábamos conquistarlas. Un monstruo, una bestia, eso era él. Él se podría haber fijado en cualquiera, las tenía a todas hipnotizadas, pero por una razón que desconozco, la escogió a ella. Ella, que antes conmigo se reía, ya no lo hacía. Pero no había perdido la facultad de reír, ¡que va! Solo él, ahora él era el único capaz de despertar esa sonrisa tan hermosa que hace que el día valga la pena, esa sonrisa que en mí despertaba lo que ya nada podía despertar: la felicidad. Pues si, entonces me desesperé, y me puse a pensar que era lo mejor que podía hacer en mi situación: podía seguir intentando que se fijara en mi, aunque eso ya parecía imposible; un disparo, un salto, una horca… ya me entendéis, algo que me ayudara a acabar con mi vida… ¿y darle esa satisfacción a ese ser que yo tanto odiaba?, ¡no! Estaba decidido, y ya no tenía intención d cambiar de idea. Y entre lágrimas finas que recorrían mis mejillas, unas mejillas en otra época llenas de color por la felicidad que sentí, pero que ahora estaban pálidas, cansadas de esa desesperación que me recorría, con esas lágrimas empecé con esa idea que recorría mi mente. Pues bien, os preguntareis que idea era esa, os la diré, esa idea era rezar. ¿Rezar? Sí, eso haría, rezar por ella, por ella y por el horripilante ser que me había arrebatado la felicidad. Lo se, creéis que soy estúpido, y tal vez tengáis razón. Pero a mi parecer os equivocáis, no es que esté renunciando a mis deseos por miedo o desesperación, todo lo contrario, lo que hacía era precisamente seguir mi deseo más profundo. Ese deseo es ya evidente, después de lo que os he contado, pero por si alguno d vosotros aun no sabe de qué estoy hablando os lo diré, mi único deseo que ya me quedaba en este mundo era que ella fuese feliz. Y por que iba a querer eso os preguntareis, la respuesta es sencilla, porque su sonrisa es la única imagen que en mi estado puede arrancar, aunque muy fina, una leve curva en mis labios con la forma de una sonrisa.

2 comentarios:

Donce dijo...

Chico, con 19 tacos! no sé si tendrás suerte con tu blog, eso el tiempo lo dirá. He entrado (y entro) en blogs realmente buenos, pero que tienen pocas visitas o comentarios, eso ya no depende de ti. Sea como sea, no dejes de escribir porque tienes chispa...
Paciencia!

Juanra dijo...

Muchas gracias. Seguiré escribiendo, me encantaría llegar a escribir algún día un libro, como tu bien as dicho el tiempo lo dirá.