miércoles, 11 de febrero de 2009

La llave del destino 05: El interior

Al llegar a casa Adrián dejó la compra en la cocina y, tropezando con todo cuanto había en su camino, se dirigió a toda velocidad a su habitación y sacó la caja de debajo de su cama. El corazón le latía con fuerza, estaba impaciente. Antes de intentar abrirla respiró profundamente e introdujo la llave en la cerradura. La llave encajó perfectamente pero, al intentar darle la vuelta, no giró.
Frustrado se tumbó en la cama y empezó a darle vueltas a la cabeza. Había estado tan convencido de que la llave era la correcta, de que la caja se abriría.

Todo oscureció, seguía tumbado y tenía la vista perdida. No podía distinguir nada, hasta que giró su cabeza hacia su izquierda y vio la caja ahí. Quería incorporarse para intentar abrirla, pero una extraña fuerza invisible le impedía hacerlo. Giró la cabeza, decepcionado, y empezó a desesperarse. Esa estúpida caja se había convertido en su obsesión, no podía dejar de pensar en ella.
Silencio, oscuridad, nada, nada durante un lapso de tiempo indeterminado. Entonces la oscuridad desapareció de golpe, una luz iluminaba la estancia. Se giró y vio la caja abierta, de ella salía una luz intensa, pero seguía sin poder moverse y no pudo mirar el interior. Entonces intentó gritar, pero una voz apagó su grito: Usa la llave. Lo he hecho, pero la llave no es la correcta, pensó. ¿Cómo sabes que la llave no es la correcta? Quizás sea la cerradura la incorrecta. Entonces la luz se desvaneció y la caja se cerró con un golpe seco.

Abrió los ojos, otro sueño. Pero esta vez lo recordaba, y no sólo eso, también recordaba con todo detalle el anterior. Saltó de la cama y sacó la caja. Pensaba que era una estupidez intentar abrirla, ya lo había intentado anteriormente y no había ninguna evidencia que indicase que esta vez se abriría, pero algo en su interior le decía que debía intentarlo, que esta vez se abriría. Así que lo hizo y, esta vez, se abrió.
En el interior había un gran libro del mismo color blanco y con el mismo reloj de arena plateado, pero no había nada escrito en las tapas, así que lo abrió. La primera página estaba en blanco, pasó a la segunda: en blanco, tercera página: nada, cuarta página, quinta, décima página, veinte páginas, cien, doscientas; nada en ninguna de ellas. Cansado de tantos acertijos lanzó el libro contra la pared y, cuando las tapas tocaron el suelo, lanzó un chillido ensordecedor: el libro había caído abierto y parecía que en una de sus páginas había algo escrito. Se lanzó hacia el libro sin pensarlo dos veces y leyó la pequeña frase que había bajo el dibujo de una pequeña llave: Clavis, quae angeli portam aperiet.
Esas palabras parecían escritas en latín, asignatura que nunca había dado en el Instituto. Se pasó horas pensando qué significado podían tener esas palabras. Fue después de llamar a Carlos y explicarle todo lo sucedido cuando recordó la cara que había puesto el anticuario al coger la llave. Decidió que al día siguiente iría de nuevo al centro comercial y Carlos había parecido muy interesado en ese misterio, así que decidió pedirle a su amigo que lo acompañara.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

primooooooo

siiiiiii

aunq yo ahora tengo esto abandonado, hasta q acaben los examenes... mañana!! :D

un besotazo jiii

nus veim demà!

sinnombre dijo...

Gracias por pasar y comentar en el blog, y por seguirlo también; bueno.. estuve leyendo tus musicas favoritas y no creo que tengas problemas en mi blog, mucho de lo que escuchas es de mi agrado; y si te tuviera que rcoemendar un disco, yo diria que LED ZEPELLIN nunca falla, en especial su cuarto disco, LED ZEPPELIN IV.
Saludos y nos estamos escribiendo.

Anónimo dijo...

Igual de buena, cuelga ya el siguiente, que se que lo tienes acabado! jaja