miércoles, 17 de septiembre de 2008

la llave del destino 03: Carlos

Era el mes de julio y el sol resplandecía en las calles. Tenía que comprar varias cosas en el centro comercial, pero no tenía coche aún, puesto que tenía diecisiete años recién cumplidos. Con la bicicleta no podría cargar todos los artículos que debía comprar, pero su amigo Carlos se había ofrecido amablemente a acompañarle. Carlos tenía un año más que él. Era un chico alegre, alto, moreno y con esos ojos verdes que a las chicas tanto les gustaba. Eran amigos desde los diez años, y aun podía recordar el día en que se conocieron.
Años atrás, sus abuelos tenían un restaurante y, encima de él, un piso. Adrián iba a comer a la fonda de sus abuelos a menudo, le encantaba el ambiente que reinaba allí. Mientras le hacían la comida bajaba a la cocina a hablar con los cocineros, eran muy graciosos y le gustaba pasar el tiempo allí abajo; otras veces seguía a su abuela de un lado a otro mientras ella hacía su trabajo. Le hacía gracia la velocidad con la que iba de un lado a otro repartiendo platos y, en los pocos momentos en los que descansaba del trabajo, se entretenía imitando sus gestos o ayudándola a solucionar esos crucigramas que tan a menudo ella completaba. En el piso del restaurante tenía una preciosa bicicleta de color naranja y, un día, mientras daba una vuelta con la bicicleta por la plaza del restaurante, vio a un niño sentado a los pies de la estatua de un ángel que tenía en las manos un enorme libro. Adrián se le acercó y le preguntó que hacía allí, pero él simplemente le contestó con una sonrisa y le dijo: ¿A qué no me pillas?, y el chico echó a correr. Desde ese día fueron inseparables.
Al llegar a casa de Carlos tocó el timbre. Le abrió la puerta su madre. La mujer, al ver al muchacho, le ofreció entrar, pero él rechazó la propuesta excusándose con que tenía mucha prisa y que sólo había quedado con Carlos para ir al centro comercial. Su amigo bajó corriendo y los dos se subieron al coche. Era un SEAT IBIZA bastante gastado.
En el trayecto hacia el centro comercial, Adrián le contó a su amigo los pocos detalles que recordaba de su sueño y la extraña sensación que le había dejado. Además conversaron sobre la caja que encontró y pasaron el resto del trayecto dando ideas disparatadas sobre como abrirla.