martes, 22 de abril de 2008

La llave del destino 01: Prólogo

Estaba oscuro, pero a lo lejos se podía distinguir una luz mortecina. Empezó a caminar hacía ella pero, a cada paso que daba, parecía como si, en lugar de acercarse, se estuviese alejando. Desesperado, se puso a correr a tal velocidad que no daba crédito a ello. Nada, el pálido fulgor seguía alejándose a cada paso.
Entonces se detuvo, se dejó caer, se dio por vencido y, cuando ya había aceptado su muerte, se oyó una voz que venía de la nada: Levántate, no te des por vencido, ve a la luz y empezará todo.
Él no comprendió, no quiso comprender, se limitó a levantarse y a correr con decisión hacia ese pálido punto resplandeciente que permanecía quieto en el horizonte. No lo podía creer, la luz cada vez estaba más cerca, ya podía distinguir una forma en ese espacio oscuro. Parecía una puerta. Sí, lo era.
Llegó a ella, era una puerta blanca majestuosa, tanto que despedía una luz intensa pero que no dañaba los ojos. Los detalles parecían hechos de un extraño color plateado y en el centro había un dibujo de ese mismo color: un reloj de arena inscrito en una circunferencia. Una vez hubo examinado la puerta, apoyó la mano en el pomo y, unos segundos antes de que se abriese, volvió a oír la voz que decía: Acabas de firmar tu destino, aquí empieza tu historia…